jueves, 25 de junio de 2020

PUEDES CORRERTE

Oigo sus pasos a mi alrededor, me preguntó que hace, que piensa. Estoy de rodillas junto a la cama, con mi cabeza y mi tronco apoyada sobre ella, las manos atadas a la espalda y una venda en los ojos.
De nuevo, desnuda, de nuevo, expectante. Se detiene, está junto a mí, lo intuyo. Y me estremezco al sentir su caricia sobre mi culo.
- Dime, ¿Cuántos días llevas sin correrte? - me pregunta.
Aclaro mi voz y respondó:
- Diez, Señor.
- ¿Y quieres hacerlo, deseas correrte, liberarte?
- Sí, Señor.
Sigue acariciando mi culo y repentinamente, siento su mano sobre mi sexo, acariciando mis labios vaginales, me estremezco, quiero más y él lo sabe. Siento como introduce uno de sus dedos en mi vagina, gimo, suspiró. Lo mueve dentro y fuera, dentro y fuera y luego lo saca. Un suspiro de decepción llena la habitación. Oigo como de nuevo, camina por la habitación, y de repente, sin que lo espere, ¡zas! deja caer el flogger sobre mis nalgas, una, dos, tres veces. Ahora grito, me estremezco. Las sensaciones se mezclan en mi sexo.
- Señor, por favor - gimo.
- ¿Qué quieres, puta?
- Quiero correrme, Señor, por favor - le suplico.
Y vuelve de nuevo a acariciar mi sexo, mete sus dedos dentro de mí, esta vez son dos. Los mueve fuerte, rápido dentro de mí. Luego los saca. ¡Oh, esto es decepcionante, desesperante! Me estremezco una, dos, tres veces.
- ¿Quieres más, verdad, putita?
- Sí, Señor, si.
Se pone tras de mí. Se arrodilla detrás de mí, no puedo creerlo y entonces, zás, en un rápido movimiento me penetra con su polla. Se mueve dentro y fuera, dentro y fuera, una, dos, tres, cuatro veces y cuando sabe que estoy a punto de correrme saca su polla de mi. Gimo decepcionada. Mi sexo se convulsiona una, dos, tres veces. No sé si podré aguantar mucho más. Se levanta y de nuevo, camina a mi alrededor. Yo me tranquilizo, trató de poner mi mente en blanco para no dejarme ir. Suspiro, busco la tranquilidad. Y cuando por fin logro aquietar mi cuerpo y mi mente, de nuevo se arrodilla tras de mí y de nuevo me penetra, me folla, y me ordena:
- Córrete puta, puedes correrte, vamos.
Me folla fuerte, empuja una, dos, tres veces, con mucha fuerte, haciendo que mi cuerpo se balancee hacía adelante y mi pelvis choque contra el borde del colchón y finalmente, me corro. Gimiendo, gritando desesperada de placer. Él también se corre sólo unos segundos después y cuando ambos terminamos desata las manos, me quita la venda de los ojos, me deja sobre la cama y se acurruca tras de mí acariciándome, diciéndome:
- Ya está princesa, ya está, lo has hecho muy bien.
Y cierro los ojos. Me gusta esa dualidad que tiene. A veces puede ser tan duro y al segundo siguiente tan dulce. Su voz me tranquiliza entonces y caigo rendida en un sueño profundo.

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